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Categoría: Con lupa ...
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Presentamos un trabajo de profundización realizado por Milo, en la asignatura de Economía de 1º de bachillerato. Se trata de una reflexión personal sobre las alternativas al capitalismo. Milo ayudó, hace algunos años, a la creación de esta revista, por lo que nos complace mucho recibir otro artículo suyo. EnManteca y sus lectores seguro que lo agradecen.

Hoy en día el mundo se rige en base al sistema capitalista, que es el adoptado por la mayoría de países del primer mundo y que determina el mercado internacional. Este sistema se basa, fundamentalmente, en la existencia de una propiedad privada sobre los medios de producción; es decir, que aquellos recursos que sirven para producir bienes y servicios pertenecen a individuos o a sociedades de estos, y que estos agentes son libres de hacer con ellos lo que les parezca mejor. Aunque la propiedad privada es un fenómeno que se ha dado a lo largo de la historia, el capitalismo como lo conocemos hoy en día surgió alrededor del siglo XVIII con las ideas de la Ilustración, ganando impulso gracias a las revoluciones liberales en Francia y Estados Unidos. Aquí es cuando se empieza a percibir no solo la existencia de la propiedad privada sino también la libertad de hacer con ella lo que más le convenga al propietario, y de buscar el máximo beneficio posible, lo que se llama economía de mercado. Además, esta revolución económica se da a la par que una revolución política, en la que empiezan a surgir los primeros gobiernos representativos —lo que solemos llamar democracia.

El primer autor en elaborar una teoría económica propiamente dicha en base a este sistema fue el economista escocés Adam Smith, que sostenía que si las empresas buscaban el máximo beneficio posible con total libertad la economía se regularía fácilmente y sin necesidad de intervenciones por parte del Estado, y reivindicaba que los individuos busquen su propio beneficio dentro de un mercado 100% libre. Estas ideas impulsaron enormemente la revolución industrial, ya que las empresas empezaron a buscar formas de producir cada vez más y a un coste cada vez menor, lo que llevó a la industrialización y a un crecimiento económico increíble.

Esta revolución industrial nos ha proporcionado avances científicos, médicos, tecnológicos y, por lo general, una vida más tolerable. Además, a lo largo de los años se han propuesto muchas formas distintas de capitalismo, como el keynesianismo, para ayudar a estabilizar el sistema o mejorar ciertas situaciones a las que da lugar. Gracias a esto, el capitalismo y sus ideas fundamentales han conseguido sobrevivir hasta nuestros días. Descrito de esta forma, todo parece muy beneficioso, pero esa es solo la premisa. Porque el capitalismo también trae muchos problemas, y es por eso que a día de hoy se sigue buscando algún sistema que pueda reemplazarlo. 

Tendría sentido empezar hablando de la escasez, ya que es quizá el problema más evidente que trae el capitalismo —es difícil encontrarle el sentido a un sistema que genera escasez. A día de hoy, la pobreza es uno de los mayores problemas mundiales: concretamente, tres cuartos de la población global viven en pobreza, y una de cada 10 personas vive en pobreza extrema (Serrano, 2021).

Es un problema que en muchos casos se puede atribuir directamente al capitalismo, especialmente cuando se trata de países que han sufrido el imperialismo de las potencias mundiales y han sido sometidos a los deseos de gobiernos extranjeros. Esto no solo aplica a las políticas coloniales más clásicas, sino también a las incontables intervenciones en Latinoamérica, Asia o África que han llevado a cabo países como Inglaterra, Francia o Estados Unidos, ya que la mayoría de las veces han desencadenado guerras, dictaduras o conflictos de cualquier tipo que, por supuesto, solo han empeorado la situación de los países afectados. Algunos ejemplos serían la Guerra de Irak o la dictadura de Pinochet en Chile.

Pero también la escasez que se da en países primermundistas es atribuible al capitalismo en muchos sentidos: ciertas prácticas que se dan naturalmente en cualquier economía de mercado muchas veces han brindado a la población general poco más que miseria. El ejemplo más claro de esto sería la especulación de bienes, una práctica que se ve especialmente en el mercado de la vivienda, y que de hecho fue una de las principales causas de la crisis de 2008 —por no mencionar otros casos, como el crack del 29.

Además de las prácticas nocivas que se dan dentro del capitalismo, el propio sistema tiende hacia la acumulación de riqueza y de recursos. El propio Adam Smith exponía la idea de que para que haya personas con grandes riquezas debe haber aún más personas en la indigencia (Smith, 1776) . Y claro, esto en principio no tiene por qué ser tan malo, ya que podría argumentarse que esta riqueza se crea trabajando, y que la gente que acumula esta riqueza la tiene merecida, pero en la práctica no funciona así del todo. Muchas fortunas sí son construidas desde cero, y tienen todo el mérito, pero esas mismas fortunas conviven con las que se han obtenido por azar —generalmente herencia—, que son, de hecho, las más comunes.

Podríamos decir que Jeff Bezos, el fundador de Amazon y la segunda persona más rica del mundo, tiene cierto mérito por haber fundado Amazon y haberla llevado hasta donde está hoy. Pero Amazon no podría haber sido fundada sin que Bezos hubiera nacido en una familia bien posicionada, lo que le permitió estudiar en Princeton, ni hubiera recibido alrededor de $300.000 por parte de sus padres y conocidos varios para poder empezar el negocio (Rosoff, 2016) —incluso habiendo advertido a estos inversores de que había un 70% de probabilidades de que la empresa acabara en la bancarrota.

Además, estas riquezas no solo han sido acumuladas gracias a que los individuos que las poseen han tenido mucho a su favor, sino que se podría argumentar que absolutamente todas las grandes riquezas están forjadas en base al trabajo de otras personas. Amancio Ortega tiene una fortuna de más de 50.000 millones de euros (El Independiente, 2022), pero esa fortuna la tiene gracias a los miles de empleados que trabajan para Inditex y que no ganan ni un 0,001% (20 Minutos, 2022) de lo que gana él —por no hablar de la mano de obra barata que usa en países extranjeros, cuya situación ni siquiera conocemos. Puede ser que él haya llevado a la empresa hasta donde está a día 3 de hoy, pero este es un argumento bastante flojo. Por más que él hubiera tomado cada decisión crucial, que hubiera forjado su camino desde cero… esa fortuna simplemente no existiría sin las más de 165.000 (Inditex, s.f.) personas que trabajan para Inditex. Y eso es solo contando las que trabajan actualmente y que tienen un contrato, pero el número real sería muchísimo más grande. El punto es que el capitalismo, al ser un sistema basado en la propiedad privada y la búsqueda del propio beneficio en base a esta, es precisamente lo que permite que la mayoría de esas personas que han contribuido a que Inditex sea una de las mayores empresas textiles del mundo apenas hayan visto reflejado su trabajo en el ámbito económico. Amancio Ortega es el fundador de Inditex y su mayor accionista (El País, 2022) , y por tanto la persona que, en la práctica, se lleva todo el mérito, por más que sea una sola persona dentro de un grupo en el que han trabajado cientos de miles. Tenemos un problema como sociedad en ese sentido.

Pero también tenemos otros problemas: debido a la búsqueda del máximo beneficio posible, muchas veces las empresas usan factores productivos bastante perjudiciales para el medio ambiente con el fin de ahorrar capital, como por ejemplo el plástico o la energía generada a partir de combustibles fósiles. Esto ha llevado a que, desde la primera revolución industrial, se haya contaminado el aire, el agua y la tierra de formas que ya son casi completamente irreversibles, y que a día de hoy estemos sufriendo una crisis climática a gran escala.

Esta es una crítica que se puede hacer desde muchos puntos de vista, pero creo que la forma más interesante de abordarla es analizando cómo el capitalismo tiende a la plutocracia —una forma de gobierno en la que la riqueza significa poder político. Como ya hablamos, el capitalismo facilita la acumulación de riqueza por parte de las empresas. Estas empresas, a medida que crecen, van ocupando una porción cada vez mayor de la economía nacional: son las principales encargadas de producir para nosotros, de crear empleo… en general, la economía depende cada vez más de ellas. Esta importancia que van cobrando en el mercado se traslada directamente a la política: el Estado se vuelve una especie de rehén de estas empresas y sus dirigentes, ya que una decisión que las perjudique a ellas puede convertirse muy fácilmente en una decisión que perjudica a la economía nacional. Si fuera una cuestión de poner ciertas restricciones a las empresas sobre qué materiales tienen permitido usar, decidiendo de forma democrática, apenas habría ningún problema, pero ese no es el caso.

El problema reside en los lobbys que ha generado el capitalismo, en el poder que tienen las grandes empresas sobre las decisiones políticas. Estas empresas no buscan su propio beneficio de una forma sana, sino que su idea de crecimiento pasa por encima de cualquier barrera moral —o racional, porque el cambio climático también las va a afectar a ellas.

Pero en este caso el problema no viene simplemente de las empresas y su búsqueda del beneficio, sino de la existencia de la propiedad privada en sí. Esto se puede ver en 4 el hecho de que la URSS sea uno de los países de la historia que más han contaminado. Y sí, la URSS no seguía una economía de mercado en lo más mínimo, y los medios de producción no estaban en manos de individuos sino del estado. Pero claro, este era un estado centralizado y anti-democrático. Las decisiones también eran tomadas por unas pocas personas con mucho poder, y no respondían a los intereses de la población, sino más bien a un culto enfermizo a una ideología y a la necesidad de competir con el resto del mundo para demostrar la superioridad de esta. En ese sentido se podría hablar de algún tipo de propiedad privada en la URSS, debido a la casi inexistente transparencia que había en el partido comunista y en la economía soviética en general. Es por eso que la URSS, hasta sus últimos años, veía cualquier tipo de ecologismo como un obstáculo para la industrialización del país y el establecimiento del comunismo. Con el tiempo, la contaminación en el país se hizo tan evidente que tuvieron que tomarse medidas para contrarrestarla, pero ya era prácticamente imposible, debido a que la economía dependía completamente de la industria pesada, y no había forma de bajar los niveles de emisiones si mantenían ese sistema.

La propiedad privada sería ideal en un mundo utópico en el que todos los propietarios sean capaces de sacrificar su propio beneficio con tal de asegurar el bienestar del resto, al igual que la monarquía no daría ningún problema si los reyes fueran las personas más justas y competentes sobre la faz de la Tierra. Pero ninguno de esos dos casos es realista. Es por eso que es importante que la población tenga un poder real sobre cómo se dirige la economía, y pueda mantener a raya a las empresas.

Ahora bien, ¿de qué otra forma pudo o podría funcionar la economía?

Por lo general, las alternativas a un sistema capitalista —por lo menos aquellas que no implican acabar con la sociedad industrializada— suelen estar basadas en algún tipo de socialismo. Definir el límite entre capitalismo y socialismo es bastante difícil, debido a todos los factores que entran en juego dentro de un sistema económico, pero una buena forma de separarlos es la existencia o no de la propiedad privada: en el capitalismo está permitida y el sistema se basa alrededor de ella, mientras que en el socialismo no existe o, como mínimo, no existe en su forma tradicional —por ejemplo, ya argumentamos que la propiedad privada sí existía dentro de la URSS, pero también es importante reconocer que esta estaba al servicio de una serie de objetivos estatales que, por lo menos, pretendían crear bienestar.

Karl Marx, el fundador junto a Friedrich Engels de esta línea de pensamiento, fue uno de los primeros teóricos en hacer un análisis económico y material de las condiciones que llevaban a la desigualdad económica y a la explotación, y proponía abolir la propiedad privada a través de un proceso llamado “dictadura del proletariado”, que implicaba un control centralizado de los medios de producción durante un tiempo, para después poder pasar al comunismo, en el que los medios de producción se 5 tendrían en común. Pero varias décadas después, en la Revolución Rusa, entra Vladimir Lenin, líder bolchevique que construye sobre la teoría de Marx e incorpora la idea de que esta dictadura del proletariado tiene que ser liderada por un partido comunista con las ideas económicas más avanzadas. Así es como se consolida la URSS, liderada por un partido comunista único, y que influenciaría a otros países como China o Cuba a adoptar sistemas similares. Es por esto que el socialismo se suele asociar al sistema —más bien totalitario— de planificación con el que contaron o cuentan estos países, y no con las ideas originales de Marx.

Sin embargo, el socialismo no se limita a esto: existen muchísimas ramas, con raíces más o menos arraigadas en el marxismo. Por ejemplo, el socialismo democrático, que aboga por establecer el socialismo por medio de elecciones y en un sistema representativo tradicional, tiene muchos seguidores a lo largo del mundo. Otro ejemplo sería el socialismo de mercado, que propone una economía basada en las ideas de libre mercado, pero en la cual todas las empresas sean cooperativas —es decir, que estén democratizadas con el fin de repartir equitativamente los beneficios entre los trabajadores y de que las decisiones sean tomadas en conjunto.

Además, existen muchas formas de socialismo libertario, que busca una intervención reducida del Estado en todos los sentidos para delegar más poder en la población general. El anarquismo, por ejemplo, rechaza completamente la idea de un gobierno, ya sea de partido único, representativo o lo que sea.

Dentro del anarquismo, existen multitud de formas de organizar la economía de la comunidad, pero la mayoría de los sistemas propuestos tienden a oponerse a la idea de crecimiento económico constante y a las desigualdades económicas, y buscan la abolición de la propiedad privada. Para esto se proponen multitud de sistemas, tales como el anarquismo colectivista de Mikhail Bakunin o el anarcocomunismo que desarrollaron autores como Piotr Kropotkin:

El movimiento anarquista catalán durante la Guerra Civil es probablemente el ejemplo más cercano que tenemos a un sistema anarquista, con más del 70% de la producción regional siendo colectivizada (Semprum Maura, 2004):

En cuanto a la distribución, las cooperativas eliminaron intermediarios, pequeños comerciantes, mayoristas y especuladores, reduciendo enormemente los precios de venta al público. Los colectivos eliminaron la mayoría de los elementos parasitarios de la vida rural, y habrían acabado con ellos del todo si no hubieran sido protegidos por oficiales corruptos y por los partidos políticos. Las áreas no colectivizadas se beneficiaron indirectamente de los precios más bajos y de los servicios gratuitos que solían ser ofrecidos por los colectivos (lavanderías, cines, escuelas, barberías y centros de estética, etc.) (Dolgoff, 1974).

Otra industria que fue totalmente reorganizada fue la peluquera. Antes de [la toma de poder de las milicias anarquistas], había 1,100 peluquerías en Barcelona, la mayoría de ellas extremadamente marginales. Los 5,000 asistentes de peluquería estaban entre los trabajadores peor remunerados de Barcelona. La Generalitat había decretado una jornada de 40 horas semanales y una subida de 15% de los sueldos después del 19 de julio—uno de los intentos de Esquerra de conseguir apoyo por parte de los trabajadores. Esto arruinó a muchas peluquerías. Una asamblea general fue convocada y se decidió cerrar todos los negocios que no fueran rentables. Los 1,100 negocios fueron reemplazados por una red de 235 peluquerías de barrio, con mejor equipamiento e iluminación que los viejos negocios. Gracias a la eficacia obtenida, fue posible subir los sueldos un 40%. La red por completo era organizada por medio de asambleas de la unión de barberos de la CNT. Los antiguos propietarios se volvieron miembros de la unión. (Wetzel, 2018).

Además, en un punto medio entre el anarquismo y los gobiernos representativos que conocemos se encuentra el comunalismo, un sistema explícitamente ecologista que propone una descentralización enorme de la toma de decisiones políticas. Ideado por Murray Bookchin, este sistema aboga por una economía planificada descentralizada, en la que el Estado no sea más que una confederación de municipios o comunas gestionados de forma colectiva. Estas comunas se rigen por una democracia directa, y la confederación de comunas solo interviene para homogeneizar algunas medidas a lo largo del país. Bookchin lo describe como un sistema que “intenta brindar una 7 alternativa directamente democrática y confederal al Estado y a una sociedad burocrática centralizada”.

El componente que la mayoría de estos ejemplos históricos tienen en común es la participación activa de la población para impulsar este cambio de sistema —son precisamente las revoluciones que no involucraron a la mayoría de la población las que luego se volvieron más autoritarias y perjudiciales para el pueblo. Es extremadamente importante que la gente cuyas vidas van a ser afectadas —ya sea para bien o para mal— por cambios tan importantes entienda realmente lo que significan estos cambios, y que los apoye por su libre elección y por nada más.

La Barcelona anarquista de 1936, por ejemplo, tuvo un éxito rotundo en este sentido: no solo se aplicó la colectivización en la mayoría de sectores, sino que el anarquismo se implantó en prácticamente todos los sentidos. La gente dejó de referirse a otras personas como “usted”, “señor” o “don”, sino como “camarada” o simplemente “tú”. Los trabajadores realmente tomaron el control de la economía por sí mismos, sin nadie a la cabeza, y por lo general todos estos cambios fueron bienvenidos. (Orwell, 1938).

Sin embargo, vivir en un mundo capitalista, en el que los conceptos que fundamentan a este sistema están tan arraigados dentro de la sociedad, puede hacer que cualquier intento de cambiar cómo funcionan las cosas se vuelva increíblemente difícil. Esto se puede ver en cómo cualquier tipo de contracultura acaba siendo adoptada por el mismo sistema contra el que va. Por dar un ejemplo, la música punk o grunge, dos géneros explícitamente anti-capitalistas y anti-establishment, con el tiempo se han normalizado y se han integrado dentro del sistema, al punto de que multinacionales como Inditex ofrecen ropa influenciada por bandas que formaron parte de estos movimientos, o por la estética que llevaban consigo. El capitalismo siempre encuentra la forma de sobrevivir, de encontrar huecos por los que colarse.

Además, otro ejemplo puede ser la serie Black Mirror, que muestra un mundo distópico, afectado por los avances tecnológicos y el sistema capitalista entre otras cosas. Black Mirror, a día de hoy, ha dejado de dar miedo en muchos sentidos: muchas de las cosas que se muestran en algunos capítulos ya existen (¡están aquí, con nosotros!), y la emoción que provoca tiene más que ver con “imagínate si esta tecnología se usara para esto” o “imagínate si la gente fuera así de descuidada”, y no “imagínate si llegáramos a este punto”. Ya estamos peligrosamente cerca de ese punto, y eso da mucho miedo.

El propio creador de la serie ha declarado que dejó de trabajar en ella porque perdió completamente la fe en cambiar el sistema desde dentro, y que, por más que la serie ha llegado a millones, quedó completamente decepcionado con el impacto real que ha tenido. No solo esto: algunas personas argumentan que la serie, a la práctica, nos ha desensibilizado a este futuro distópico, y lo ha convertido en un producto cultural más. Por esto el pensamiento crítico y la educación son imperativos si realmente planeamos mejorar nuestra situación.

Al final del día la verdadera solución a todos los problemas que trae este sistema no es un sistema concreto: no existe ninguna verdad absoluta que todo el mundo deba seguir para mejorar nuestra situación. La solución es una mucho más ambigua, y se basa simplemente en entender el mundo en el que vivimos: escuchar vivencias de la gente para entender a qué situaciones puede llevarnos nuestro sistema, estudiar para entender por qué pasa eso y de qué formas podría remediarse, y comparar nuestras ideas con las de otros. Ese cambio individual, ese pensamiento crítico e intención de mejorar la situación, se vuelve un cambio colectivo cuando empieza a compartirse con otros que también están procesando ese cambio, porque de esa forma las ideas que se intercambian dan lugar a nuevas ideas, lo que se aprende cobra un sentido real. Y así es como se aprende a entender las necesidades y capacidades de ciertas personas y las de otras, y cómo poner esas en común. La humanidad es increíblemente diversa, y es por eso que lo que realmente crea un cambio es estar dispuestos a escuchar y entender esa gran diversidad y todo lo que implica.

Milo Tartaglia - Junio de 2022

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Referencias

20 Minutos. (22 de Enero de 2022). ¿Cuánto cobran los dependientes de Zara, Primark, Mango, H&M o Desigual?

Dolgoff, S. (1974). The Anarchist Collectives: Workers' Self-Management in the Spanish Revolution, 1936-1939.

El Independiente. (5 de Abril de 2022). Amancio Ortega pierde el 23% de su fortuna y cae 12 puestos en la lista de 'Forbes'. El Independiente.

El País. (2 de Mayo de 2022). Amancio Ortega cobra 859 millones de euros por los dividendos de Inditex. Inditex. (s.f.). Inditex.com. Obtenido de https://www.inditex.com/es/comprometidos-con-laspersonas/nuestros-empleados

Orwell, G. (1938). Homenaje a Cataluña.

Rosoff, M. (2016). Jeff Bezos told what may be the best startup investment story ever. Business Insider.

Semprum Maura, C. (2004). Las colectivizaciones en Cataluña. En defensa del marxismo.

Serrano, P. C. (5 de Marzo de 2021). Así es el cómputo real de la pobreza: el 85% de la población mundial vive con menos de 30 dólares al día. El Economista.

Smith, A. (1776). Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones.

Wetzel, T. (2018). Workers' Power and the Spanish Revolution. The Anarchist Library.