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Lo que arrasan los fuegos de la ignorancia:
Un estudio de la limitación intelectual.

Los libros son algo verdaderamente maravilloso.
Durante toda su existencia la humanidad siempre ha intentado expandir sus conocimientos, experiencias y limitaciones, siempre ha sido preparada para arriesgarlo todo en búsqueda de algo nuevo por aprender y desarrollar, para incorporar otro ladrillo en su camino interminable.

Pero a pesar de cuántos ladrillos ponemos, a pesar de la distancia que podríamos recorrer, nunca llegaremos a igualar el poder infinito que trae un libro.

Solo por pasar al lado de un estante repleto de novelas recorres miles de millones de kilómetros, pasando paralelo a los centenares de mundos y universos que traen esos libros, cada una siendo exponencialmente más compleja y grande que la previa, cada página un barco más con que explorar el inmenso océano literario.
Y lo mejor es que a diferencia del mundo real, no tienes que cumplir unos requisitos para poder viajar a estos mundos. No necesitas a ningún pasaporte, DNI, ticket de vuelo o papel legal para poder cruzar esta frontera novelesca.

Solo necesitas unos minutos libres.

Y el deseo de sumergirse es lo mejor que la humanidad nos ofrece.

Entonces, si los libros representan a la suma total de toda nuestra sabiduría y brillantez como seres vivos, si durante toda la historia han sido nuestro utensilio más poderoso para grabar y compartir la esencia de nuestras mentes.
Por que siempre nos dedicamos a destruirlos?

Desde el arrasamiento de la gran biblioteca de Alejandría hasta la destrucción de la biblioteca pública de Mosul por ISIS, siempre existen aquellos individuos que se dedican a inmolar libros y novelas, como símbolo destructiva y odio hacia los valores del mundo intelectual.
Pero cómo te vas a enfrentar al mundo intelectual, cuando casi cualquier componente de tu vida forma parte de ella, cuando los combustibles que utilizamos para incinerar las ideas de los grandes pensadores son el producto de ellos? Qué se espera de aquellos actos, se espera que la humanidad se retrocede hasta un estado salvaje y primitivo, sin la presencia de las lanternas de la cultura que nos guían por la oscuridad de nuestra ignorancia?

Pues, por desgracia, existe una respuesta.
Para controlarnos.

Lo que definimos como libertad sería nuestra capacidad de formular nuestras propias ideas y presentarlos ante el mundo, sin que ninguna entidad nos obliga a pensar de cierta manera o que nos prohíbe de pensar de una cierta manera que resultaría malicioso para un estado u organización. Y esto lo hemos defendido orgullosamente como un derecho que todo ser humano debería de poseer, y que la falta de este derecho se considera como una grave injusticia social.
Entonces sin esta libertad, nos convertimos en nada más que sombras de lo que podemos ser, entidades fácilmente manipuladas por personas lo suficiente de carismáticas y fuertes, como en los tribus originales de la edad Neolítica.

Limitar el conocimiento y la libre expresión facilita el trabajo de un dictador que trata de someter a la población bajo su control, pues al faltar el material que les hace pensar por ellos mismos una sociedad se vuelve pasiva, como robots esperando a otra orden de sus maestros. Para eso, se trata de asesinar a la lectura y a la educación, creando cazas de brujas en contra de los libros y quemando a ellos en masa, ignorando sus contenidos y significados, pues cualquier tipo de información era el enemigo.
Pero otras veces, se realiza esta destrucción de libros por motivos arbitrarios. Algunos por razones políticas, algunos por motivos ideológicos, e incluso otros por cuestiones teológicas.
En estos momentos la humanidad llega a su punto más bajo.
Cuando llegamos a destruir la esencia de la razón en sí, y nuestra justificación para aquellos actos es tan volátil como una hoja flotando en el viento.

Entonces tenemos que parar de temer al libro, pues sin él la civilización se habría estancado hace milenios ya.
La lectura es la sangre que fluye por nuestro espíritu, sin ella lentamente morimos de una manera cruel e indetectable ante la entropía exterior del rechazo de la cultura. Es el Gjallarhorn que con su resonancia invoca a los dioses de la sabiduría y de la adoración por el mundo inteligible, de manera incesante e infinitamente poderoso.

Entonces el acto de destruir aquellos libros solo valida la necesidad de escribir más de ellos, hasta que llegue el dia en donde no sea necesario reafirmar este punto.

Escritores y grandes pensadores como George Orwell, Ray Bradbury y Ayn Rand nos han advertido de los peligros que conllevan sociedades en donde la libertad se suprime y la individualidad se elimina, pues con la ausencia de pensamientos propios nuestra personalidad se encuentra erosionando, hasta que somos nada más que otro esclavo sometiéndose ante la omnipotencia de un tirano. Entonces limitarse en solo la novela de Fahrenheit 451 y su adaptación cinematográfica no encajaría al espíritu de este trabajo, ya que el objetivo sería un comentario y una reflexión general acerca de los temas distópicos que abarcan esta serie de obras literarias.

No era el mensaje de Fahrenheit 451 la importancia de la lectura? No sería justamente irónico centrarnos en sólo esta obra cuando la moral era de abrir nuestras mentes a la gran nirvana de la lectura y quedarnos con cada párrafo, cada letra que nos inspira tantísimas cosas?
Cuando había terminado de leer a la última página de esta obra por primera vez, mi primer pensamiento no era de aprender más sobre la historia o de los detalles que se me podrían haber perdido, no me había preparado mentalmente para realizar una obra mecanica y pragmática de las enseñanzas del libro.

Mi primer pensamiento fue, “Qué me leo ahora?”

Porque es esta la enseñanza del libro. No la historia, no los personajes ni el contexto de la época. Es un catalizador para la mente, para hacer reaccionar a los engranajes de nuestro espíritu de curiosidad, para ponernos a descubrir e investigar los mundos inexplorados y exóticos de otras novelas tan bellas como esta.
Entonces cualquier palabra que podría escribo en esta hoja será fútil, ya que resultaría imposible capturar a la importancia de la lectura en un solo trabajo.

Entonces prepararé una lista de mis títulos literarios favoritos, y esperaré que te traerán el mismo asombro que me dieron a mi.

Porque la vida sin un buen libro no es vida en sí.

A. Heinlein, Robert. Starship Troopers
Rothfuss, Patrick. The Name of the Wind
Naam, Ramez. Nexus
Suarez, Daniel. Daemon
R.R. Martin, George. A Song of Ice and Fire
Sachar, Louis. Holes
Child, Lee. Killing Floor
M. Banks, Iain. The Player of Games
Gibson, William. Neuromancer
Herbert, Frank. Dune
Scott Card, Orson. Ender’s Game
R.R Tolkien, John. The Hobbit
Noon, Jeff. Vurt
McCarthy, Cormac. Blood Meridian
Stephenson, Neal. Snow Crash
Butcher, Jim. Storm Front
Dahl, Roald. Skin
Watterson, Bill. It’s a Magical World
Sanderson, Brandon. The Stormlight Archive
Clare, Cassandra. Clockwork Princess
J. Mass, Sarah. The Crown of Midnight
Rankin, Robert. The Antipope
Bacigalupi, Paolo. The Windup Girl
Wong, David. John Dies at the End
Barker, Clive. Imajica
Hill, Joe. NOS4A2
Pratchett, Terry. Discworld
Gaiman, Neil. American Gods
Sagan, Nick. Idlewild
Lynch, Scott. The Lies of Locke Lamora
Erikson, Steven. Malazan Book of the Fallen
McClellan, Brian. Promise of Blood
Sapkowski, Andrzej. The Witcher
King, Steven. The Dark Tower
V. Brett, Peter. The Demon Cycle

Podría llenar una cantidad indefinida de hojas con otros títulos de los estos mismos autores, pero el mensaje que quiero transmitir no es que hayan escrito muchas obras. El mensaje es que cada autor/a es un universo en sí.