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Yo no estoy curao de espanto. Debería alegrarme que el sábado pasado, en Vejer, en la pista roja del colegio nos reuniéramos un motón de gente para intentar tender puentes y derribar muros. Nos convocó "Vejer Sin Fronteras". Gracias por vuestro esfuerzo. Desde EnManteca queremos ayudar, queremos que no muera más gente intentando alcanzarnos. Pero siguen llegando cadáveres, contamos ya 23 muertos del último naufrágio y nos tememos que esta cifra seguirá aumentando. Aunque estemos tristes, tenemos que seguir trabajando y concienciando a la gente para que esto pare de una vez.

Dejamos aquí el audio con la entrevista del viernes 16 de noviembre en la cadena SER a "Vejer Sin Fronteras":

Y el escrito que Guadalupe leyó el sábado y que nos conmovió a tod@s.

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En primer lugar, agradecer la presencia a todas las personas que asistieron.

Agradecer de forma muy especial la generosa colaboración de talleristas, músicos, artistas, asociaciones, que han ofrecido su talento y su esfuerzo para hacer posible este encuentro en favor de las migraciones.

Agradecer al Ayuntamiento de Vejer por facilitarnos los medios necesarios para llevar a cabo este evento.

Tengo que comenzar recordando que hace ahora 30 años se documentó el primer naufragio de una patera y la consiguiente aparición del primer cadáver de un migrante en las costas del Estrecho.

En una coincidencia macabra, el día 5 de este mes, en Caños de Meca, se produjo el último naufragio en nuestras costas de una patera con la muerte de 23 personas y la desaparición de otras tantas.

A lo largo de este periodo, esta tragedia humana, que ocurre aquí al lado, ha alcanzado tal dimensión que resulta indescriptible. Tenemos que ponernos en la piel de quién embarca en una patera frágil, carcomida, a veces de juguete para alcanzar la costa sur de Europa. Unos llegan, otros muchos tienen que enfrentarse a una muerte fría y sola en el agua. NINGUN SER HUMANO TENDRÍA QUE PASAR POR ALGO ASÍ. Desgraciadamente esto es parte de la cotidianidad, pero no por cotidiana deja de ser una realidad monstruosa a la que no nos podemos acostumbrar.

El Mediterráneo y el Estrecho se han convertido en un cementerio triste y frío.

El Mundo se ha llenado de fronteras y aquí está la nuestra, a dos pasos, separando al Sur, saqueado y empobrecido, del Norte, enriquecido y saqueador.

Asistimos a un goteo insoportable de cadáveres mientras los poderes del Estado no se molestan en emitir ni un triste comunicado de condolencia. ¿Dónde está la ética de nuestros gobiernos de los últimos 30 años? Es demasiado tiempo de no hacer nada para acabar con este drama, más bien al contrario, se han implementado medidas que sólo hace aumentar el sufrimiento de los migrantes: las altas vallas con concertinas que desgarran a quienes intentan saltarlas, las ilegales devoluciones en caliente que bloquea el derecho de asilo, que desampara a los menores y que deja en papel mojado tantos derechos humanos reconocidos por las leyes internacionales.

Y Europa despliega sin pudor todo tipo de recursos económicos y militares en el norte de África para impedir el paso de migrantes. No les importa que puedan ser esclavizados, como en el caso Libia, o que se les abandone en el desierto a la espera de una muerte más que probable. Hoy no acabaríamos si quisiéramos enumerar las inhuminidades que se derivan de las leyes de extranjería europeas y españolas.

Las muertes en el Estrecho y en el Mediterráneo no son frutos de la fatalidad, sino de estas leyes. Por eso tenemos que denunciar sin ambigüedades la aberración que supone que los Estados europeos permitan, por una parte, que África se desangre y, por otra, seguir expoliando sus riquezas.

Todo ese empeño europeo contra la migración solo sirve para producir dolor porque los procesos migratorios no van a parar. No es posible quebrar la voluntad de quien quiere migrar. Después de tantos miles de muertes en el mar, cada día alguien comienza su viaje al norte desde algún lugar de África.

Mientras la realidad migratoria es ésta, asistimos a un aumento de la xenofobia en países de Europa, América del norte, Brasil… Escuchamos a gobernantes, tales como Salvini en Italia, Donald Trump en EEUU o a Bolsonaro en Brasil, declarar abiertamente su odio a los extranjeros. No son los únicos, sólo unos pocos ejemplos de lo que está ocurriendo, una tendencia que crece de forma alarmante y dramática y que no sabemos a dónde nos va a llevar.

En nuestro país el silencio es cómplice.

Somos nosotras, nosotros, la ciudadanía, la que tenemos que frenar la xenofobia, el racismo y cualquier otra tendencia excluyente sobre las personas o grupos, ya sea por pobreza, identidad o tendencia sexual, capacidades físicas, psicológicas o intelectuales, etc.

Ante esta situación, nos proclamamos abiertamente en defensa de la diversidad humana, del derecho a migrar. Está en nuestra condición buscar el sitio adecuado para vivir, conocer otros lugares, investigar el mundo…

No olvidemos que en la actualidad salen de estas tierras, como ya ocurrió antaño, jóvenes hacia otros países en busca de oportunidades que aquí no encuentran, y que todos somos hijas, nietos, bisnietas, tataranietos de migrantes.

Cuando hace un par de meses comenzamos a organizar este festival, lo concebimos como algo alegre, un canto a la vida, la diversidad, la tolerancia, la solidaridad, la fraternidad… y durante el desarrollo de este proyecto se ha cruzado la tragedia. A pesar de ello no hemos renunciado a celebrar los valores que nos guían. Cada migrante que llega es motivo de celebración. Amamos la diversidad, el mestizaje, la vida.

Por eso estamos aquí hoy, porque sigue siendo necesario poner en pie el lema de este encuentro:

“Tendiendo puentes, derribando muros.”

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Juani entusiasmo a grandes y pequeños con su arte. Un privilegio tenerla  impartiendo su taller de Cestería. Muchas gracias a tod@s por colaborar.

Y como dice Pedro Guerra: Contamíname.